Autoría: Lucia Jorquera


13 de noviembre de 2024

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Para ello es fundamental crear un apego seguro en nuestros bebés, es decir, un vínculo emocional seguro y  sano. Una relación con nosotros basada en la confianza y el afecto que les irá proporcionando,  según vayan creciendo,  una buena autoestima y las herramientas necesarias para ir poco a poco enfrentándose a la vida.

¿Cómo podemos construir un apego seguro?

Para comenzar, tenemos que aceptar a nuestros hijos e hijas tal y como son. Respetar lo que sienten y cómo lo sienten. Solo así podremos ayudarles a gestionar los problemas. No podemos pretender que un niño se acepte a sí mismo (o a los demás) si nosotros no les proyectamos eso mismo. Eso no significa que: “como estoy furioso, puedo agredir al de al lado, o romper un objeto”. Habrá que ir enseñándoles precisamente a eso, a gestionar esas emociones, entendiéndolas y encaminándoles a saber expresarlas y controlarlas.

Si desde pequeños estamos a su lado, mostrándoles nuestra empatía, nuestro cariño y nuestro apoyo, ellos sentirán seguridad, serán capaces de mostrar lo que sienten, de expresar cómo se sienten de manera adecuada y aprenderán a gestionarse. Ellos sabrán que nosotros siempre estaremos a su lado si nos necesitan, y así mismo se sentirán con la seguridad y confianza en nosotros para pedirnos esa ayuda, sin miedo al rechazo, sin miedo a sentirse incomprendidos. Esto está muy unido a la exploración de su entorno (físico y social). Si no les damos confianza y seguridad en sí mismos, no serán capaces de soltar nuestra mano para explorar, para relacionarse con otros. 

Tenemos que estar ahí para atenderles, ayudarles a calmarse (cuando son pequeños no saben hacerlo solos). ¿Por qué un bebé que está llorando,  cuando su madre le coge se calma? Por ese vínculo, esa tranquilidad y seguridad que siente con ella. Quizás no sepamos qué le pasa o cómo le podemos ayudar, pero ese simple abrazo ya es un mundo para ese bebé.

Cuando son un poquito más mayores (2-3 años) muchas veces no saben lo que les pasa, o no son capaces de verbalizarlo. Se sienten desbordados (y nosotros como adultos también) pero un abrazo, sentarnos  a su lado y hacerles ver que estamos con ellos les tranquiliza, se van relajando y a partir de ahí es cuando podemos empezar gestionar el problema. Siempre desde la calma.

No solo el contacto físico es importante, sino el contacto visual, la escucha activa. Sentirnos escuchados, ver como papá o mamá le están mirando, observando y escuchando les hace sentir que realmente nos importa lo que les está pasando. A nadie nos gusta estar hablando a otra persona y que no nos mire a la cara, o parezca que no nos está escuchando porque a la vez está haciendo otra cosa. Démosles la importancia que se merecen. No podemos atenderles si a la vez estamos contestando a un mail o poniendo la cena. No cuesta nada dejar un momento lo que estemos haciendo y dedicarles la atención que merecen. 

Otra parcela importante del apego seguro es darles la confianza en sí mismos necesaria para que vayan afrontando solos sus pequeñas inseguridades, vayan enfrentándose a su pequeños-grandes retos. Ellos son capaces, pero muchas veces nuestros propios miedos no nos permiten dejarles “volar”. Tienen que aprender a saltar, caerse y levantarse. Y ahí estaremos nosotros si nos necesitan, pero muchas veces nos adelantamos a esa caída por evitar que sufran, sin darnos cuenta de que no les estamos haciendo ningún favor siendo su colchón permanente. Caemos en la sobreprotección.

Crear un apego seguro desde el nacimiento nos dará un niño con buena autoestima, confianza en sí mismo, y con las herramientas necesarias para poco a poco enfrentarse al mundo. 

Autor: Lucía Jorquera (Colegio Nclic)

Autoría: Lucia Jorquera


6 de junio de 2024

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¿Por qué retan los niños?

Los eventos que hacen que los niños desafíen a sus padres pueden ser muy variados e ir desde la negativa a acciones tan simples como bañarse, vestirse, recoger su habitación, saludar a alguien, salir de casa o de un lugar donde lo estén pasando bien, hasta cuestionar nuestras decisiones y mostrarse abiertamente hostiles.

Aquí lo verdaderamente importante no es el desafío, sino nuestra reacción, ya que de esto dependerá en gran medida, las futuras conductas que nuestros hijos presenten ante situaciones similares.

Los padres necesitamos armarnos de paciencia y permanecer tranquilos, ya que se trata de un periodo importante en el desarrollo infantil. Se trata de la fase de autoafirmación que suele desaparecer hacia los 6 años. Los desafíos forman parte de la exploración de los límites, son normales y adaptativos: cumplen una función. Pero esto no quiere decir que no necesitemos poner orden en estas conductas.

Algunos consejos a la hora de actuar ante estos comportamientos:

1.- La constancia es clave para controlar un desafío. Si imponemos consecuencias de manera intermitente, nuestros hijos no aprenderán que su comportamiento está mal y, de hecho, llegarán a pensar que en ocasiones obtienen beneficios a cambio y nos retarán siempre. Por lo general es recomendable mantener la calma en el momento del conflicto, corregir la mala conducta sin alterarnos, y posponer la reflexión sobre ello a un momento posterior, cuando ya esté calmado. Entonces deberemos explicar cómo nos hace sentir su conducta, establecer consecuencias negativas si las consideramos necesarias y escuchar cómo vive y cómo se siente él cuando actúa así.

2.- No entrar al juego: Debemos avisar sobre las consecuencias que habrá si siguen actuando de esta manera. Si tras esto persisten, tenemos que aplicar lo que hemos avisado. Esto a veces puede resultarnos difícil, sobre todo cuando volvemos cansados o estresados del trabajo, pero debemos evitar el típico comentario de “porque lo digo yo”, ya que no nos beneficiará en la extinción del problema.

3.- Usar el refuerzo positivo: No se trata de usar premios materiales (que a veces también podemos usar), sino el refuerzo social (abrazos, besos o lenguaje positivo). Esto hará que reforcemos el proceso de crecimiento y les animará a querer hacer las cosas bien porque a ellos les gusta ver que nosotros estamos orgullosos de ellos.

Esto lo tendremos que hacer no solo cuando haya habido un conflicto previo, si no en cualquier situación que sea propicia. Por ej: “Estoy orgullosa de ti…”, “me encanta cuando…”

Después, podemos usar el refuerzo de hacer una actividad que les guste, todos juntos: ir al parque, salir con el balón o la bici, o ir a comprar un helado

4.- Hablar de manera clara y directa: Hemos de ser claros en nuestros mensajes. Que entiendan claramente la orden, lo que hay que hacer y la consecuencia directa. Siempre es mejor hacerlo de manera positiva, que vean lo que ganamos: “Si nos vestimos rápido tendremos más tiempo para jugar en el parque”. “Si cenas bien, podemos jugar juntos un ratito antes de dormir”. Eso les hará querer hacer las cosas bien. Solemos tender a usar la consecuencia negativa de sus actos: “Si no cenas, te vas a la cama directo”. En el fondo, eso es usar de manera velada la amenaza, y si lo que quieren es buscar nuestro límite, puede que intenten ver si realmente lo cumplimos.

5.- Ser claros en las consecuencias: cumplir lo que hemos dicho. Para lo bueno y para lo malo, hemos de cumplir con lo que les hemos dicho. Por eso es importante tener claro lo que vamos a aplicar si hacen/no hacen algo. De lo contrario, nos estaremos quitando a nosotros mismos la autoridad, y eso hará que entiendan que lo que decimos cae en saco roto.

Si le decimos que si no recoge tiraremos los juguetes a la basura, pero luego no lo hacemos, o primero lo tiramos, y al rato lo sacamos, nuestra autoridad también se va a la basura.

** Nunca pegar es una opción: usar el castigo físico no lleva a nada bueno, y lo que están entendiendo es que la violencia física es justificable cuando estamos enfadados, y ellos también la aplicarán. Si me quitan un juguete, pego, si quiero un juguete, lo arranco, agredo, etc

6.- Aplicar el tiempo fuera: Le tenemos que explicar por qué su comportamiento es inaceptable y llevarlo al lugar designado como de «tiempo fuera». Por ejemplo: si tiras la comida, no puedes estar con nosotros en la mesa. Primera consecuencia: salimos fuera de la situación; Segunda consecuencia: pasado esos 2-3 minutos (no más para un niño de esta edad), ha de recoger lo que ha tirado antes de poder volver a sentarse. Ese tiempo fuera debe ser en un lugar que no tenga nada con lo que jugar, y a la vista, para que él/ella también vea que lo que se está perdiendo le gusta. No dedicarle atención en ese tiempo, ignorar llantos, patatelas, etc.

7.- Ignorar malos comportamientos: Solo buscan llamar nuestra atención, y si lo consiguen, es cuando refuerzan ese comportamiento negativo. Sé que es complicado a veces, pero siempre que podamos, hay que intentar que vean que haciendo lo que hacen no llaman nuestra atención.Es posible que la conducta de nuestro hijo empeore en vez de mejorar. Puede ser muy frustrante, pero indica que el hecho de ignorar la pataleta está funcionando. Nuestro hijo aumentará la intensidad de la pataleta para obtener nuestra atención porque sabe que su mal comportamiento funcionaba antes. Cuando aprenda que el hecho de portarse mal no sirve para captar nuestra atención, su comportamiento empezará a mejorar.

Cómo explicarles lo que esperamos de ellos o la norma:

  • Tenemos que ser claros, directos y concisos. Ponernos a su altura, comprobar que nos están escuchando y atendiendo también a nuestro lenguaje no verbal( cerca de ellos, con algo de contacto físico, con cara seria).
  • Hay que anticiparles lo que queremos que hagan, y qué pasará si no lo hacen.
  • Siempre que podamos, ayudarle. Si ve que tu le ayudas, querrá hacerlo más que si ha de hacerlo solo. Podemos ayudarle las primeras veces, y luego reforzarle el que ya no necesita ayuda porque lo hace muy bien.
  • Aplicar la consecuencia dentro de un tiempo prudencial. No podemos alargar una situación. Si hemos dicho que nos vamos (por ejemplo), damos una oportunidad, dos, pero no más. Ahí le podemos explicar que como hemos dicho una cosa y no la ha cumplido, la próxima vez no lo haremos. Haremos lo mismo si cumple lo que hemos acordado, mucho refuerzo positivo, para que vea que si él cumple, nosotros también.

Otros consejos:

  • No entrar al trapo, ni pensar que esto es un acto contra nosotros. Esto forma parte de su desarrollo y es sano que tengan una racha así. Pero debemos trabajarlo, y hacerles ver que en la vida hay normas, que no siempre podemos elegir, ni hacer lo que queramos.
  • Aprovechar situaciones de calma, positivas, para hacerle ver que cuando hacemos las cosas bien todo el mundo está contento, y a veces hasta tenemos una “recompensa” por ejemplo: un día que todo haya ido bien, sin prisas etc, podemos aprovechar a decirle: “como hoy nos hemos vestido pronto, y tenemos tiempo, podemos ir andando de la manita/con la moto/ir un poco al parque antes de ir a hacer la compra”…. lo que sea. Algo que sepamos que le apetece, y que le haga ver que haciendo las cosas bien todo va bien.
  • Intentar no hacer chantajes: llevarles premios para que se vengan con nosotros sin rechistar, tampoco es bueno que vean que la situación negativa que han provocado nos afecta (que no nos vean desbordados, o llorando).
  • Si hay una situación que se nos está descontrolando o que nos genera un problema diario, podemos usar un sistema de dibujos, pegatinas o algo así. Por ejemplo: si no queremos ir a la cama: Poner con dibujos la secuencia: cenamos – jugamos un poco – nos lavamos los dientes – cambiamos el pañal y nos vamos a la cama con un cuento. “Si hacemos todo esto, tus padres se quedan un minutito en la cama contigo2 (o lo que decidáis en casa). Podemos ir pegando stickers en cada acción  (eso les gusta mucho). Si lo hacemos así cada día, al finalizar la semana, o cuando tengamos X pegatinas, nos vamos a comprar un helado, o nos vamos al parque con las motos. Si no lo hacemos, tendremos que anticiparles la consecuencia: “papá y mamá no se quedan, no hay cuento, etc”
  • Recordad que somos nosotros los que ponemos las normas, y las condiciones, no ellos. a ellos les podemos dar a elegir, siempre dentro de lo que nosotros hayamos decidido.
  • Siempre es más fácil trabajar algún problema de este tipo en equipo, no cuando estamos solos, sin el relevo de la otra persona.
  • También podéis contar la situación en la escuela para seguir trabajando en equipo y que desde allí apoyen el acompañamiento de vuestro hijo  en esta etapa. 

Autora: Lucía Jorquera (Colegio Nclic)

Autoría: Lucia Jorquera


14 de mayo de 2024

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Los bebés de alta demanda se caracterizan por ser muy, muy demandantes, y además ser poco dados a hacer concesiones.

Los bebés de alta demanda son bebés normales, que no tienen una patología (a no ser que su llanto e irritabilidad vengan como consecuencia de alguna patología o malestar, que debe siempre descartarse primero).

Características de un bebé de alta demanda, según Sears, doctor que acuñó el término y que procede del inglés ‘High Need Baby’:

  • Intensos: ponen energía en todo lo que hacen, al llorar, al comer, al reír, al protestar. Parecen siempre tensos, siempre necesitando un poco más de nosotros.
  • Hiperactivos: y no en el sentido del trastorno, sino como característica. Son niños con una mente siempre atenta e inquieta, como pidiendo estímulos continuamente… esos bebés que tienen que estar en brazos, y con mamá o papá moviéndose, para que así estén recibiendo constantemente información del exterior.
  • Absorbentes: demandan contacto, cariño, juego, brazos, y cuando ya parece que lo tienen todo, vuelven a la carga a pedir un poco más y luego un poco más; y para acabar, un poco más.
  • Se alimentan a menudo: para ellos, comer no es sólo recibir alimento. La succión les calma y tranquiliza y por eso comen de manera frecuente, incluso por las noches, cuando pueden llegar a hacer tantas tomas que las madres llegan a decir que «¡Esta noche no se ha separado ni un momento!».
  • Exigentes: cuando consideran que necesitan algo, lo piden para ayer. Son urgentes, no aceptan la negación y no suelen aceptar alternativa. Los padres suelen decir que tienen la sensación de «no llegar nunca a tiempo».
  • Se despiertan a menudo: Tienen problemas de sueño. No necesitan dormir demasiado, por eso les cuesta mucho conciliar el sueño, sobre todo si no está presente un adulto. Tardarán meses, incluso años, en hacerlo del tirón.Se despiertan a menudo, tienen un sueño ligero, y no suelen aceptar el sueño en soledad, en ningún momento del día. Las siestas las hacen en brazos o en portabebé y por las noches necesitan contacto casi continuo, con múltiples despertares cada noche.
  • Insatisfechos: parecen no estar nunca contentos con lo que tienen o consiguen, y los padres acaban preguntándose aquello de «¿Y ahora qué?».
  • Impredecibles: suele pasar que cuando los padres ya han encontrado las respuestas y parece que todo toma un cauce, aparecen nuevas preguntas y esas soluciones ya no sirven. Los padres acaban sintiéndose auténticos títeres de sus hijos, y esto genera dudas y confusión, al darse cuenta de que viven con la única misión de lograr que no llore, no se queje, no sufra…
  • Hipersensibles: se sobresaltan fácilmente con los ruidos, les molesta cuando pierden el control del entorno y no soportan tener «un guisante bajo el colchón». Reaccionan de manera exagerada a malestares físicos y emocionales, y lloran a la mínima molestia.
  • Necesitan el contacto continuo: brazos, muchas tomas de leche, contacto por la noche, porteo… son estrategias que se suelen utilizar, porque no saben vivir sin el cuerpo de su madre.
  • No se calman por sí solos: es cierto que casi ningún bebé sabe calmarse solo, pero a menudo son capaces de quedarse dormidos estando tranquilos, o dejan de llorar por sí mismos si tardamos un poco en acudir por la razón que sea, y los bebés de alta demanda no lo hacen. Es como si no superan relajarse de ninguna manera y siempre necesitarán la ayuda de los padres para ello.
  • Sensibles a la separación: no aceptan a otros cuidadores, y a menudo ni siquiera aceptan al padre. Las madres y padres suelen explicar que es como si vivieran un periodo de angustia de separación inacabable, incluso cuando ya gatean y caminan, en que difícilmente consienten estar sin la presencia continua de su cuidador principal, habitualmente la madre.
  • Dependencia del adulto. Su ansiedad por la separación es intensa. Necesitan mucho contacto físico. Estar cerca de sus padres, que les cojan la mano, que los sujeten en brazos, pecho a todas horas… Agotan a cualquiera.
  • Poseen un temperamento muy fuerte. «Quieren salirse con la suya a cualquier precio, lo que les lleva a tener grandes berrinches cuando se les niega lo que piden. Suelen ser considerados por su entorno como unos malcriados y caprichosos»
  • Son inteligentes, despiertos y curiosos. «Esta característica es muy evidente desde los primeros meses», señala Úrsula Perona. Son niños que no pierden detalle de lo que pasa a su alrededor, aprenden deprisa y preguntan mucho.

Y la pregunta del millón que se hacen los padres ¿Cómo se gestiona la crianza de un niño tan absorbente? 

«El primer paso es asumirlo. Debemos interiorizar la idea de que no lo estamos haciendo mal y que al niño no le pasa nada malo. Sencillamente y debido a su naturaleza, necesita más atención y cariño. A partir de ahí, el camino es más fácil. Porque no todo es malo. El niño de alta demanda será un adulto muy interesante. Todas esas características que en sus primeros años de vida nos desbordan harán que se convierta en una persona apasionada, inteligente, curiosa, perseverante, sociable y muy cariñosa», anima Úrsula Perona.

 

¿Cómo actuar ante un niño de alta demanda?

Respetemos cómo es y aprendamos qué es lo que necesita: Se nos olvida muchas veces que los niños son personas, que tienen días buenos y días malos. Que tienen estados de ánimo propios y complejos. Y que no podemos exigirles siempre lo mismo como si fueran robots.

Trabajemos nuestra paciencia, porque su perseverancia y su temperamento nos pueden llevar al límite.

Necesitarán un ambiente rico y estimulante que les permita explorar su gran energía y creatividad.

No intentar cambiarles, sino ayudarles a desarrollar todo su potencial. Como declara Úrsula Perona: “No será la maternidad o paternidad soñada. Con un poco de suerte, paciencia y cariño, será mucho mejor”.

No lo compares con nadie, ni con sus hermanos, si los tiene o con otro bebé, llámese vecino, sobrino, etc. Cada persona es única y las comparaciones pueden a la larga afectar su autoestima.

Aprender a delegar y a quitarnos la culpa como padres.

Ofrecerle los estímulos que demanda, y en un corto espacio de tiempo. Tienen un alto nivel de ansiedad. Si se les da rápido lo que necesitan su nivel de ansiedad va bajando, de lo contrario entramos en un bucle en el que el niño está cada vez más nervioso, los padres también, y luego cuesta más relajar la situación.

Refuerza su buen comportamiento con frases y acciones positivas, sobre todo cuando está calmado, sonriente y de buen humor.

No utilizar la violencia, reforzarías su lado negativo y afloraría su rebeldía.

No complacerlo tampoco en todo lo que demande, podría utilizarlo más adelante para manipular.

Canalizar sus emociones, con prácticas de relajación, yoga o algún deporte de baja intensidad.

Actuar con muchísima calma y mucho amor ante una rabieta, pero a la vez con firmeza.

– Si te sientes agotado física y mentalmente, es válido pedir la ayuda de un familiar o cuidador, eso te ayudará a liberar tensiones. Recuerda que somos humanos y en cualquier momento puedes perder los estribos y/o caer en depresión.

– Si ves que no puedes con esta situación, que no sabes controlarla y que se te sale de las manos, busca ayuda profesional con psicoterapeutas infantiles.

Y por último, una aclaración, estos niños no son hiperactivos, son muy activos. Se concentran con mucha facilidad en lo que realmente quieren o les interesa, al contrario que los niños hiperactivos.

Autora: Lucía Jorquera. Colegio Nclic

Autoría: Lucia Jorquera


29 de abril de 2024

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Si no están en el suelo y les llevamos nosotros de un lado a otro, no generan esa necesidad de moverse por ellos mismos.

Si lo acompañamos de música, canciones etc, será aún más agradable para ellos porque al fin y al cabo, es un momento de juego.

También es importante que les acompañemos en el proceso. Si moverse, arrastrar, gatear, implica que: si lo hago, me acerco a mis juguetes, a mis padres, etc… será mucho más placentero para ellos.

Una vez que lo han conseguido y lo hacen por sí mismos, no hará falta estar tan presentes porque ellos mismos nos vendrán a buscar.

Cómo ayudarles en el proceso: 

Buscaremos una superficie dura, limpia y libre de peligros, ya tendrán tiempo de gatear o arrastrar por una cama, sofá etc…

Tumbados boca arriba: 

  • Movimientos con las piernas tipo bicicleta alternando las piernas.
  • Con ambas piernas a la vez flexionadas, llevarles las rodillas hacia el pecho. 
  • Hacer que la mano derecha toque la rodilla y/o pie izquierdo y viceversa. 
  • Con las piernas flexionadas, hacer círculos con ambas piernas a la vez.

Tumbados boca arriba y con nosotros frente a ellos: haciéndoles “presión “ contra sus pies para que ellos “nos empujen” y hagan fuerza en las piernas.

En posición de gateo: 

  • Hay que asegurarse que las manos, piernas (rodillas) y pies están completamente apoyados en el suelo. Empujamos suavemente el culete para que vean que la idea es avanzar hacia adelante. No hace falta que avancen al principio, simplemente ese balanceo del culete.
  • Buscamos un obstáculo, que puede ser nuestra pierna, un cojín de lactancia, o algo similar. Les colocamos en posición de gateo, de tal forma que las manos queden por delante del obstáculo, y las piernas por detrás. Les mantenemos la postura, ayudándoles si es necesario elevándoles el culete o flexionando sus piernas (deben estar apoyadas de la rodilla al pie).
  • Les ayudamos a desplazarse, moviendo una mano, luego la pierna contraria, y viceversa, o solo las manos, para que ellos tengan que avanzar con las piernas. Si tienen un objeto que les interese delante les ayudará a querer avanzar para cogerlo.

En posición de arrastre:

  • Les ponemos un “túnel” para que arrastren y pasen por debajo. En las aulas de Educación Infantil de Arenales tenemos módulos arqueados, pero puede servir una silla o nosotros mismos haciendo de túnel para que ellos pasen entren nuestras piernas.
  • Si les ponemos en una superficie elevada haciendo rampa, eso les ayudará a que tengan que levantar el culete para avanzar.

Autora: Lucia Jorquera. Colegio Nclic

Autoría: Lucia Jorquera


9 de abril de 2024

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Es fundamental para su desarrollo emocional y social que comprendan desde una edad temprana qué comportamientos son aceptables y cuáles no lo son. En este breve artículo, exploraremos la importancia de establecer normas y límites en la educación de los hijos, así como algunas estrategias efectivas para implementarlos.

¿Qué son las normas y los límites?

Los límites le dicen al niño hasta dónde puede llegar, mientras que las normas son la manera concreta en que se aplican estos límites en la vida diaria. Cada hogar tiene sus propias normas, desde pequeñas reglas como recoger los juguetes antes de ir a la cama hasta normas más amplias como cenar juntos en familia. Estas normas proporcionan seguridad y estructura, enseñando a los niños qué comportamientos son aceptables en la sociedad en la que viven.

¿Por qué son necesarios los límites y las normas?

Los límites y las normas son esenciales para el desarrollo saludable de los niños por varias razones:

  • Proporcionan una estructura sólida y predecible que les ayuda a sentirse seguros y protegidos.
  • Protegen a los niños de peligros y riesgos al enseñarles qué comportamientos son seguros y cuáles no lo son.
  • Ayudan a prevenir comportamientos inapropiados y fomentan la responsabilidad y el respeto hacia los demás.
  • Promueven el desarrollo de habilidades de autorregulación y autocontrol.

Es crucial encontrar un equilibrio entre ser autoritario y permisivo al establecer límites. Los niños necesitan orientación y dirección, pero también necesitan espacio para explorar y aprender por sí mismos.

Consejos básicos para poner límites a nuestros hijos

  1. Objetividad

Evitar expresiones como: ‘Pórtate bien’, ‘sé bueno’, o ‘no hagas eso’. Nuestros hijos nos entenderán mejor si marcamos nuestras normas de una forma más concreta. Por ejemplo: “Recoge lo que has tirado”, “Hay que cruzar la calle de la mano”, “Ahora nos toca ir al baño”, etc

  1. Firmeza

En cuestiones realmente importantes, cuando existe una resistencia a la obediencia, nosotros necesitamos aplicar el límite con firmeza. Los límites firmes se aplican mejor con un tono de voz seguro, sin gritos, y un gesto serio.

  1. Acentúa lo positivo

Los niños son más receptivos al hacer lo que se les ordena cuando reciben refuerzos positivos. En ocasiones les decimos: “NO”, pero no explicamos qué comportamiento es el apropiado. Es mejor decir a un niño lo que debe hacer (‘habla bajo’) antes de lo que no debe hacer (‘No grites’).

  1. Explica el porqué

Cuando un niño entiende el motivo de una regla como una forma de prevenir situaciones peligrosas para sí mismo y para otros, se sentirá más animado a obedecerla. De este modo, lo mejor cuando se aplica un límite, es explicar al niño por qué tiene que obedecer. Entendiendo la razón, los niños pueden desarrollar valores internos de conducta o comportamiento y crear su propia conciencia. Esa explicación ha de ser corta y precisa, aplicada a la edad de nuestro hijos para que las pueda comprender. Por ejemplo: ‘No muerdas a tu hermano. Eso le hace daño’.

  1. Darle una alternativa

Siempre que apliques un límite al comportamiento de un niño, intenta indicar una alternativa aceptable. Sonará menos negativo y tu hijo se sentirá compensado. Por ejemplo, si el niño está pintando en la pared puedes decir: ‘en la pared no se pinta porque se estropea. Aquí tienes un lápiz y papel para pintar’. Al ofrecerle alternativas, le estás enseñando que sus sentimientos y deseos son aceptables.

  1. Firmeza en el cumplimiento

Una regla puntual es esencial para una efectiva puesta en práctica del límite. Una rutina flexible (acostarse a las 8 una noche, a las 8:30 en la próxima, y a las 10:30 en otra noche) invita a una resistencia y se torna imposible de cumplir. Rutinas y reglas importantes en la familia deberían ser efectivas día tras día, aunque estés cansado o indispuesto. Si das a tu hijo la oportunidad de dar vueltas a sus reglas, ellos seguramente intentarán resistir.

  1. Desaprueba la conducta, no al niño

Deja claro a tus hijos que tu desaprobación está relacionada con su comportamiento y no va directamente hacia ellos. No muestres rechazo hacia los niños. Antes de decir ‘eres malo’, deberíamos decir ‘eso está mal hecho’, “no me gusta lo que has hecho” (desaprobación de la conducta).

Las normas, límites y el hecho de decir NO, no está reñido con el amor incondicional hacia nuestros hijos. Es importante que sepan desde pequeños que, aunque en un momento dado estemos enfadados por algo que han hecho, o que les estamos negando algo porque consideramos que ha de ser así, nosotros les seguimos queriendo mucho.

Esto también hace que trabajemos la gestión de las emociones. hay que dar validez a lo que sentimos. Podemos estar enfadados, podemos (y debemos) expresarlo; pero eso no implica que podamos agredir, o romper cosas, y tampoco implica que por el hecho de estar enfadados nuestro amor desaparezca.

¿Cómo y cuándo imponer límites? 

  • Debemos empezar con los límites, desde el primer año, en este caso son pequeñas normas:
    • No trepamos a la mesa
    • Comemos sentados en la trona y no mientras jugamos.
    • No tiramos los juguetes porque se pueden romper.

El bebé tiene que aprender a interpretar e identificar ese NO.

  • Los niños no aceptan de buen grado renunciar a sus deseos, pero los padres debemos tomar partido en esa edad en la que el niño no es capaz de asumir grandes responsabilidades. Por ej: si el niño va a llorar, protestar o gritar al no dejarle pegar al hermanito pequeño, pues tendrá que llorar, protestar o gritar, pero no le dejamos porque no está bien.
  • Hemos de ser coherentes y consecuentes. Si decimos al niño que no podrá jugar con ese juguete porque lo está tirando, pero no lo cumplimos, el niño acabará no respetándonos.
  • En esta misma línea, tenemos que llevar esa consecuencia hasta el final. Siempre teniendo en cuenta que la consecuencia ha de estar adaptada al comportamiento y a la edad del niño. Por ej: no podemos prohibir al niño ir al parque durante una semana porque no recogió los juguetes.
  • Al pensar en una consecuencia debemos tener en cuenta la edad del niño, el comportamiento que queremos reconducir, que la podamos realmente aplicar y que sea inmediata en el tiempo. Por ej.: si el niño está tirando un juguete, se lo quitamos explicándole por qué lo está haciendo mal, y le podemos decir: “Como lo estás tirando, lo voy a guardar”, o “Hoy ya no vamos a jugar más con esto. Mañana te lo daré y si no lo tiras, te dejaré jugar con él”. No podemos dejarle sin ese juguete un mes, o aplicar una consecuencia que nada tenga que ver (por ej: no vamos a ir al parque).
  • El tono de voz y la seriedad con la que hablemos es fundamental a la hora de poner límites.. No debemos gritar pero sí mostrarnos seguros de lo que estamos haciendo.
  • Los niños han de entender el motivo de una regla: por qué han de irse a la cama pronto, por qué tienen que recoger la habitación. De esta manera ellos podrán desarrollar valores internos de comportamiento. Y las explicaciones cuanto más concisas y claras, mejor.
  • Consecuencia educativa. Los expertos nos hablan de los beneficios de dar consecuencias educativas frente a los castigos pero ¿de qué se trata?. Se trata de que vayan entendiendo que el hecho de hacer o no hacer algo, conlleva una consecuencia. Y está enfocado a niños más mayores. Mediante los castigos, respondemos al miedo, pero no actuamos en conciencia de que pueda o no haber una consecuencia.

Para más información sobre las consecuencias educativas os recomendamos leer este artículo

  • No ceder. Cediendo sólo agravamos y prolongamos el problema en el tiempo. Esta es nuestra norma y así has de hacerlo. Estemos seguros de que lo que estamos haciendo, siempre es y será para el bien de nuestros hijos.