Para ello es fundamental crear un apego seguro en nuestros bebés, es decir, un vínculo emocional seguro y sano. Una relación con nosotros basada en la confianza y el afecto que les irá proporcionando, según vayan creciendo, una buena autoestima y las herramientas necesarias para ir poco a poco enfrentándose a la vida.
¿Cómo podemos construir un apego seguro?
Para comenzar, tenemos que aceptar a nuestros hijos e hijas tal y como son. Respetar lo que sienten y cómo lo sienten. Solo así podremos ayudarles a gestionar los problemas. No podemos pretender que un niño se acepte a sí mismo (o a los demás) si nosotros no les proyectamos eso mismo. Eso no significa que: “como estoy furioso, puedo agredir al de al lado, o romper un objeto”. Habrá que ir enseñándoles precisamente a eso, a gestionar esas emociones, entendiéndolas y encaminándoles a saber expresarlas y controlarlas.
Si desde pequeños estamos a su lado, mostrándoles nuestra empatía, nuestro cariño y nuestro apoyo, ellos sentirán seguridad, serán capaces de mostrar lo que sienten, de expresar cómo se sienten de manera adecuada y aprenderán a gestionarse. Ellos sabrán que nosotros siempre estaremos a su lado si nos necesitan, y así mismo se sentirán con la seguridad y confianza en nosotros para pedirnos esa ayuda, sin miedo al rechazo, sin miedo a sentirse incomprendidos. Esto está muy unido a la exploración de su entorno (físico y social). Si no les damos confianza y seguridad en sí mismos, no serán capaces de soltar nuestra mano para explorar, para relacionarse con otros.
Tenemos que estar ahí para atenderles, ayudarles a calmarse (cuando son pequeños no saben hacerlo solos). ¿Por qué un bebé que está llorando, cuando su madre le coge se calma? Por ese vínculo, esa tranquilidad y seguridad que siente con ella. Quizás no sepamos qué le pasa o cómo le podemos ayudar, pero ese simple abrazo ya es un mundo para ese bebé.
Cuando son un poquito más mayores (2-3 años) muchas veces no saben lo que les pasa, o no son capaces de verbalizarlo. Se sienten desbordados (y nosotros como adultos también) pero un abrazo, sentarnos a su lado y hacerles ver que estamos con ellos les tranquiliza, se van relajando y a partir de ahí es cuando podemos empezar gestionar el problema. Siempre desde la calma.
No solo el contacto físico es importante, sino el contacto visual, la escucha activa. Sentirnos escuchados, ver como papá o mamá le están mirando, observando y escuchando les hace sentir que realmente nos importa lo que les está pasando. A nadie nos gusta estar hablando a otra persona y que no nos mire a la cara, o parezca que no nos está escuchando porque a la vez está haciendo otra cosa. Démosles la importancia que se merecen. No podemos atenderles si a la vez estamos contestando a un mail o poniendo la cena. No cuesta nada dejar un momento lo que estemos haciendo y dedicarles la atención que merecen.
Otra parcela importante del apego seguro es darles la confianza en sí mismos necesaria para que vayan afrontando solos sus pequeñas inseguridades, vayan enfrentándose a su pequeños-grandes retos. Ellos son capaces, pero muchas veces nuestros propios miedos no nos permiten dejarles “volar”. Tienen que aprender a saltar, caerse y levantarse. Y ahí estaremos nosotros si nos necesitan, pero muchas veces nos adelantamos a esa caída por evitar que sufran, sin darnos cuenta de que no les estamos haciendo ningún favor siendo su colchón permanente. Caemos en la sobreprotección.
Crear un apego seguro desde el nacimiento nos dará un niño con buena autoestima, confianza en sí mismo, y con las herramientas necesarias para poco a poco enfrentarse al mundo.
Autor: Lucía Jorquera (Colegio Nclic)