Autoría: Chema


12 de febrero de 2025

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Como padres y profesores, nuestra meta en la educación de los hijos y nuestros alumnos  es conseguir que sean felices. Transmitirle a cada uno que tienen un gran valor y ayudarles a que construyan una percepción de sí mismos sana y positiva. Para ello debemos proporcionarles un entorno lleno de confianza, respeto, afirmación y amor. 

Los niños deben saber que, sin importar lo que hagan, siempre serán amados y valiosos. Este tipo de amor incondicional crea un ambiente seguro en el que los niños pueden crecer, aprender y explorar sin miedo al rechazo.

Un proceso que dura toda la vida

La autoestima se va formando a lo largo de la vida. Este proceso no es inmediato ni automático; requiere tiempo, paciencia y un enfoque constante que se adapte a las distintas etapas del desarrollo del niño. Los adultos debemos ser modelos para los más pequeños, para que estos puedan aprender de las experiencias que les aportamos. 

En la primera infancia, el lenguaje del amor que ellos reciben son abrazos y caricias que les damos, atendiendo a sus necesidades básicas y haciéndoles ver qué nos tienen para lo que necesiten. 

A medida que van creciendo, nuestro afecto, nuestras palabras afirmativas y la validación emocional serán necesarias para alcanzar este proceso. Irán desarrollando su autoconcepto, identificando sus fortalezas y sus debilidades y aceptándose tal y como son. Durante la infancia, deberemos enseñarles los límites y normas para vivir en sociedad, aportándoles seguridad en sus respuestas, fomentaremos su autonomía y les inculcaremos el valor del esfuerzo y la perseverancia, siempre escuchándoles y mostrándoles que les queremos por lo que son, no por lo que hacen. 

En la etapa adolescente, etapa crítica para la formación de la autoestima, ya que los adolescentes son más conscientes de sí mismos, pasan por muchas transformaciones físicas, emocionales y sociales y empiezan a compararse con otros. Los adultos debemos tener más paciencia con ellos, escucharles mucho demostrándoles que nos importan, valorar los esfuerzos que hagan y no solo los resultados, ayudarles a entender que equivocarse es parte del proceso de crecimiento y que no deben castigarse por sus fallos sino aprender de ellos y ser resilientes. Es positivo permitirles tomar decisiones y asumir responsabilidades, ayudarles a identificar y valorar sus talentos y cualidades positivas, a que lleven un estilo de vida y relaciones sociales saludables y a mostrarles todo lo que les queremos. 

La importancia del entorno y las experiencias en la formación de una autoestima saludable

La autoestima sana, una de las píldoras de la felicidad, se forma de las experiencias que vivimos, los hechos, las acciones, las decisiones, aciertos, las respuestas de los demás ante lo que dijimos, hicimos y transmitimos, los pensamientos que albergamos, los sentimientos, las emociones que sentimos y las sensaciones que percibimos. 

Por lo tanto, los adultos tenemos un papel fundamental en la enseñanza de nuestros hijos y la clave está en proporcionarles un entorno en el que se sientan aceptados, valorados y capaces de enfrentar desafíos. 

Paloma Castellanos. Colegio María Teresa