Autoría: Inma de Juan


24 de septiembre de 2025

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El inicio en la escuela infantil es un momento muy especial: para muchos niños es el primer gran paso fuera del entorno familiar. En Brightkids Arenales sabemos que esta transición despierta ilusión, pero también dudas e inseguridades. Por eso compartimos algunas recomendaciones sencillas para que tu hijo se adapte de manera gradual y positiva a esta nueva etapa.

1. Crear rutinas estables en casa

Los niños pequeños necesitan seguridad, y las rutinas se la aportan. Intenta que los horarios de comida, sueño y juego se parezcan a los que tendrá en la escuela infantil. Así, la adaptación será más suave y el niño sentirá que todo “encaja”.

2. Hablar con palabras sencillas

Aunque tu hijo aún sea muy pequeño, entiende más de lo que parece. Cuéntale con frases cortas lo que va a pasar: “Vas a ir al cole de mayores”, “Allí jugarás con otros niños”, “Mamá y papá vuelven después”. Estas explicaciones transmiten calma y confianza.

3. Practicar la separación poco a poco

Si no está acostumbrado a quedarse con otras personas, prueba a dejarlo ratitos cortos con algún familiar o persona de confianza. De esta forma aprende que aunque tú te vayas, siempre vuelves. Esa seguridad emocional es clave para la escuela infantil.

4. Objetos de apego

Un peluche, un chupete o una mantita pueden convertirse en un gran aliado durante los primeros días. Estos objetos familiares funcionan como “puente” entre casa y escuela, y ayudan al niño a sentirse acompañado y tranquilo.

5. Fomentar la autonomía desde lo cotidiano

Aunque son pequeños, ya pueden empezar a practicar pequeños logros: beber en vaso, guardar un juguete, intentar comer solitos. Cada avance les da seguridad y les prepara para integrarse mejor en la dinámica del aula.

6. Confiar y transmitir serenidad

Los niños perciben las emociones de sus padres. Si ven en ti calma y confianza, ellos también se sentirán seguros. Despídete con una sonrisa, un beso y palabras cariñosas, sin alargar demasiado el momento de la separación.

7. Comunicación con la escuela

Las educadoras de las escuelas infantiles de la Red Arenales están para acompañaros en este proceso. Comparte con ellas la información importante: rutinas de sueño, alimentación, gustos o miedos de tu hijo. Juntos, familia y escuela, se crea un ambiente de confianza que favorece la adaptación.

En resumen

La llegada a la escuela infantil es el inicio de una etapa llena de descubrimientos. Preparar poco a poco al niño, acompañar sus emociones y confiar en el equipo educativo son las claves para que la adaptación sea positiva.

En la Red Arenales trabajamos para que cada niño se sienta cuidado, seguro y feliz desde el primer día, y para que las familias vivan con ilusión este gran comienzo.

Autoría: Ester Cerezo


27 de marzo de 2025

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Las emociones son una parte fundamental del ser humano, desde el nacimiento hasta la edad adulta. En los primeros años de vida, los niños comienzan a desarrollar su mundo emocional, experimentando y aprendiendo a identificar, expresar y regular sus sentimientos. En este proceso, las familias juegan un papel crucial en el acompañamiento y en la enseñanza de la autorregulación emocional. Pero, ¿qué son las emociones, cómo se desarrollan y cómo pueden los padres y cuidadores ayudar a los más pequeños a comprenderlas mejor?

 

¿Qué son las emociones?

Las emociones son reacciones naturales que ocurren en nuestro cuerpo y mente como respuesta a diferentes estímulos internos o externos. Son experiencias que nos permiten conectar con el mundo y con los demás, influyendo en nuestra manera de pensar, actuar y sentir. Las emociones básicas, como la alegría, la tristeza, el miedo, la rabia y el asco, se encuentran presentes desde muy temprano en la infancia, y su expresión varía según la edad y el contexto cultural.

 

¿Cómo se desarrollan las emociones a lo largo de la infancia?

Desde el nacimiento, los bebés comienzan a experimentar emociones a través de sus necesidades básicas. En sus primeros meses de vida, las emociones se manifiestan de manera simple y primitiva, a través de gestos, llantos y sonrisas. Los bebés lloran cuando tienen hambre o miedo, y sonríen cuando sienten placer o seguridad. A medida que crecen, su capacidad para experimentar emociones se vuelve más compleja.

Entre los 2 y 3 años es cuando comienzan a identificar y nombrar sus emociones básicas, lo que les ayuda a empezar a comprender mejor lo que sienten. A esta edad, algunos niños son más conscientes de sus estados emocionales y los expresan de manera más clara, pero hay otros a los que todavía les resulta muy complicado. En este punto, el lenguaje tiene un papel fundamental. Cuando un niño tiene un correcto desarrollo del lenguaje suele presentar más facilidad para nombrar lo que le pasa, le incomoda, le gusta, le ha molestado… Y en esos momentos, con el acompañamiento afectuoso y confiado del adulto de referencia, los niños van siendo capaces poco a poco de identificar y nombrar las sensaciones físicas que experimentan cuando sienten las emociones básicas: calor y tensión cuando me enfado, temblor de manos cuando tengo miedo, ganas de reírme cuando estoy contento, etc.

A medida que avanzan en su desarrollo, entre los 4 y 6 años, aprenden a reconocer las emociones en los demás y empiezan a desarrollar la empatía. Aquí, las interacciones sociales juegan un papel esencial, pues el niño comienza a entender que otras personas también tienen emociones.

 

En la etapa de los 7 a 12 años, los niños ya tienen una mayor capacidad para regular sus emociones, aunque aún necesitan apoyo para gestionar la frustración y el estrés. El autoconocimiento emocional se sigue desarrollando y van descubriendo otras emociones complejas como pueden ser la envidia, la nostalgia, la vergüenza, que a veces les pueden generar confusión o desconcierto. En este momento los niños pueden comprender perfectamente que no hay emociones positivas o negativas, sino más bien agradables (o placenteras) y desagradables (que nos producen sensaciones físicas de malestar). Pero todas las emociones son necesarias y funcionales: están aquí para decirnos algo y todas ellas forman parte de la experiencia humana.

 

La autorregulación emocional: ¿Qué es y cómo se desarrolla?

La autorregulación emocional es la habilidad de manejar nuestras emociones de manera saludable y adaptativa. En los niños, este proceso es gradual y está estrechamente ligado a su desarrollo cognitivo y social. Los pequeños no nacen con la capacidad de autorregularse, sino que aprenden a hacerlo a través de las interacciones con sus padres y otras figuras de referencia, como educadores y familiares cercanos.

El proceso de autorregulación comienza con la capacidad de identificar las emociones (¿qué siento?) y luego de gestionar esa emoción de manera adecuada (¿cómo puedo manejarlo?). Esta habilidad se desarrolla a medida que los niños aprenden a nombrar sus emociones, a practicar estrategias de afrontamiento, como la respiración profunda o pedir ayuda cuando lo necesitan, y a comprender las consecuencias de sus acciones emocionales.

 

¿Cómo pueden las familias acompañar el desarrollo emocional de sus hijos?

Llegados a este punto, la idea principal que me gustaría remarcar es que las emociones no se enseñan: las emociones se acompañan.

Un adulto no enseña a un niño qué es la ira, la alegría o la vergüenza. Los niños, simplemente, las sienten. Los cuentos y materiales didácticos sobre emociones son un complemento fabuloso en el que nos podemos apoyar para hablar con nuestros hijos o alumnos sobre el nombre de la emoción y las sensaciones físicas que lleva unidas, pero nuestro hijo va a sentir esa emoción independientemente de que le hayamos leído el “Monstruo de colores” o hayamos visto la película “Del revés”. Las emociones no se aprenden. Simplemente, se experimentan. Por tanto, nuestro papel como adultos de referencia será acompañar esa emoción de manera cariñosa y comprensiva, estableciendo los límites necesarios de seguridad, y a su vez, quienes ejercemos de modelos de autorregulación emocional. Lo que sí se enseña y se puede aprender es la autorregulación: qué estrategias podemos emplear para regular nuestras emociones y que no tomen el control de nuestra conducta.

En este sentido, las familias desempeñan un papel esencial en la educación emocional de sus hijos. A través de su propio comportamiento y las interacciones cotidianas, pueden influir significativamente en la forma en que los niños aprenden a gestionar sus emociones.

 

  1. Ser modelos emocionales: Los niños aprenden observando. Si los padres demuestran cómo manejar sus propias emociones de forma calmada y reflexiva, sus hijos aprenderán a hacer lo mismo. Por ejemplo, si un adulto se siente frustrado, puede verbalizar sus sentimientos diciendo: “Estoy molesto porque esto no salió como quería. Voy a respirar un poco y tratar de solucionarlo”. Este tipo de modelos proporciona un ejemplo activo y práctico de cómo manejar la frustración.
  2. Fomentar la expresión emocional: Es fundamental que los padres enseñen a sus hijos a identificar y expresar sus emociones de manera adecuada. Esto incluye hablar sobre los sentimientos, ponerles nombre y comprender que todas las emociones, tanto las agradables como las desagradables, son naturales y válidas. En lugar de rechazar o minimizar las emociones de los niños, es importante validar lo que sienten: “Veo que estás enfadado, es normal sentirse así a veces. ¿Qué podemos hacer para sentirnos mejor?”
  3. Enseñar estrategias de regulación emocional: Las familias pueden enseñar a los niños diferentes estrategias para regular sus emociones, como la respiración profunda, contar hasta diez, hacer una pausa, usar palabras para expresar sus emociones o practicar actividades relajantes como escuchar música o dibujar. Es importante que estas estrategias sean parte del día a día, integrándolas en situaciones cotidianas.
  4. Crear un ambiente seguro y respetuoso: Un hogar donde los niños se sienten seguros emocionalmente es esencial para el desarrollo de su autorregulación emocional. Los niños deben saber que sus emociones son aceptadas y comprendidas, pero también que se espera que aprendan a gestionarlas de manera respetuosa hacia los demás. Un entorno donde se practique el respeto mutuo y se escuchen las necesidades emocionales de cada miembro de la familia ayudará al niño a sentir que sus emociones son tomadas en cuenta y que tienen la capacidad de manejar sus propios sentimientos.
  5. Refuerzo positivo: Cuando los niños logran manejar sus emociones de manera efectiva, es importante reconocer sus esfuerzos y reforzar esas conductas. Esto puede hacerse mediante cumplidos sinceros, como: “He visto que cuando estabas muy enfadado, has encontrado la manera de no hacer daño a los demás y conseguir tranquilizarte para resolver el problema hablando. Sé que esto te cuesta mucho y lo has conseguido. ¿Cómo te sientes?”. El aliento y acompañamiento positivo fortalece la autoestima emocional del niño y fomenta la repetición de conductas saludables.

 

Conclusión

A medida que los niños crecen, aprenden a comprender y gestionar sus emociones, pero necesitan la guía de sus padres y cuidadores para desarrollar habilidades de autorregulación emocional. A través de la observación y el acompañamiento afectivo, las familias pueden convertirse en modelos activos y ejemplos de cómo manejar las emociones de manera saludable. Este proceso es fundamental para que los niños se conviertan en adultos emocionalmente equilibrados, capaces de manejar sus sentimientos y relaciones de manera positiva.

Al fomentar el autoconocimiento emocional, el apoyo en momentos de frustración y el uso de estrategias adecuadas de regulación, las familias juegan un papel crucial en el desarrollo emocional y social de los niños, contribuyendo a su bienestar general.

Bibliografía recomendada para los padres:

– “El cerebro del niño”, Daniel J. Siegel.

– “Disciplina sin lágrimas”, Daniel J. Siegel.

– “Navega hacia tu bienestar”, Bibiana Infante Cano.

– “Desaprender para aprender”, Lucía Pérez Forriol.

– “Rabietas”, de Miriam Tirado.

 

Cuentos para trabajar las emociones con los niños:

Para niños de 2 a 4 años

– “Tengo un volcán”, de Miriam Tirado.

– “Emociónate con Nubi”, de Miriam, Nuria y Cristina Martínez.

– “El Monstruo de colores”, de Anna Llenas.

– Toda la colección “Cuando estoy enfadado” “Cuando estoy triste” “Cuando estoy contento”… etc., de Trace Moroney.

 

Para niños de 5 años en adelante

– “De mayor quiero ser feliz I y II”, Anna Moratto.

– “Emocionario: dime lo que sientes”, de Cristina Núñez Pereira y Rafael R. Valcárcel.

 

Autora:  Ester Cerezo. Colegio María Teresa. Maestra de Educación Infantil y Psicopedagoga. Experto en Disciplina Positiva en al Aula, en la Familia y en Primera Infancia.

Autoría: Chema


6 de marzo de 2025

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El sueño es fundamental para el desarrollo de los niños pequeños. Dormir bien contribuye a su crecimiento físico, al desarrollo de su cerebro y a la consolidación de la memoria. Además, fortalece su sistema inmunológico y regula su estado de ánimo, ayudándolos a estar más atentos, tranquilos y
receptivos durante el día. Un buen descanso también mejora su capacidad de aprendizaje y reduce la irritabilidad y estrés. Sin embargo, establecer un buen hábito de sueño puede ser un desafío.
A continuación, te damos algunas pautas concretas para ayudar a tu pequeño a dormir mejor.
1. Establecer una rutina nocturna
Los niños necesitan rutina y previsibilidad. Crea una secuencia de actividades antes de dormir, como un baño relajante, un cuento y un abrazo. Esto les ayudará a asociar estas acciones con la hora de dormir.
2. Fijar un horario regular
Es importante que tu hijo se acueste a la misma hora todos los días. Esto regula su reloj biológico y facilita el sueño.
3. Crear un ambiente apropiado
La habitación debe ser cómoda, oscura y con una temperatura agradable. Evita ruidos y luces fuertes. Un peluche o una luz tenue pueden ayudar a los niños que sienten miedo a la oscuridad.
4. Evitar pantallas antes de dormir
Las pantallas de televisores, tabletas y teléfonos emiten luz azul, que altera la producción de melatonina, la hormona del sueño. Es recomendable apagar dispositivos al menos una hora antes de acostarse.
5. Reducir el consumo de azúcares
Alimentos y bebidas con azúcar (como el chocolate) pueden alterar el sueño de los niños. Lo ideal es ofrecer cenas ligeras y evitar estos productos en la tarde-noche.
6. Fomentar la actividad física
El ejercicio durante el día ayuda a los niños a gastar energía y dormir mejor por la noche. Sin embargo, evita juegos muy activos justo antes de dormir, ya que pueden excitarlos demasiado.

7. Ser paciente y consistente
Cada niño tiene su propio ritmo. Si al principio cuesta trabajo establecer la rutina, mantén la calma y sé constante. Con el tiempo, el pequeño se acostumbrará y dormirá mejor.
Ayudar a tu hijo a desarrollar un buen hábito de sueño es un regalo para su bienestar. Con una rutina establecida, un ambiente propicio y buenos hábitos diarios, tu pequeño podrá descansar mejor y afrontar cada día con energía y
alegría. ¡Dulces sueños!

Beatriz González. Colegio Santa Mónica