Educando con límites: El arte de establecer normas en casa

Educar a nuestros hijos y alumnos es una tarea que requiere habilidad, paciencia y, sobre todo, establecer límites claros y coherentes en el hogar.

Autoría: Lucia Jorquera


9 de abril de 2024

min de lectura

Es fundamental para su desarrollo emocional y social que comprendan desde una edad temprana qué comportamientos son aceptables y cuáles no lo son. En este breve artículo, exploraremos la importancia de establecer normas y límites en la educación de los hijos, así como algunas estrategias efectivas para implementarlos.

¿Qué son las normas y los límites?

Los límites le dicen al niño hasta dónde puede llegar, mientras que las normas son la manera concreta en que se aplican estos límites en la vida diaria. Cada hogar tiene sus propias normas, desde pequeñas reglas como recoger los juguetes antes de ir a la cama hasta normas más amplias como cenar juntos en familia. Estas normas proporcionan seguridad y estructura, enseñando a los niños qué comportamientos son aceptables en la sociedad en la que viven.

¿Por qué son necesarios los límites y las normas?

Los límites y las normas son esenciales para el desarrollo saludable de los niños por varias razones:

  • Proporcionan una estructura sólida y predecible que les ayuda a sentirse seguros y protegidos.
  • Protegen a los niños de peligros y riesgos al enseñarles qué comportamientos son seguros y cuáles no lo son.
  • Ayudan a prevenir comportamientos inapropiados y fomentan la responsabilidad y el respeto hacia los demás.
  • Promueven el desarrollo de habilidades de autorregulación y autocontrol.

Es crucial encontrar un equilibrio entre ser autoritario y permisivo al establecer límites. Los niños necesitan orientación y dirección, pero también necesitan espacio para explorar y aprender por sí mismos.

Consejos básicos para poner límites a nuestros hijos

  1. Objetividad

Evitar expresiones como: ‘Pórtate bien’, ‘sé bueno’, o ‘no hagas eso’. Nuestros hijos nos entenderán mejor si marcamos nuestras normas de una forma más concreta. Por ejemplo: “Recoge lo que has tirado”, “Hay que cruzar la calle de la mano”, “Ahora nos toca ir al baño”, etc

  1. Firmeza

En cuestiones realmente importantes, cuando existe una resistencia a la obediencia, nosotros necesitamos aplicar el límite con firmeza. Los límites firmes se aplican mejor con un tono de voz seguro, sin gritos, y un gesto serio.

  1. Acentúa lo positivo

Los niños son más receptivos al hacer lo que se les ordena cuando reciben refuerzos positivos. En ocasiones les decimos: “NO”, pero no explicamos qué comportamiento es el apropiado. Es mejor decir a un niño lo que debe hacer (‘habla bajo’) antes de lo que no debe hacer (‘No grites’).

  1. Explica el porqué

Cuando un niño entiende el motivo de una regla como una forma de prevenir situaciones peligrosas para sí mismo y para otros, se sentirá más animado a obedecerla. De este modo, lo mejor cuando se aplica un límite, es explicar al niño por qué tiene que obedecer. Entendiendo la razón, los niños pueden desarrollar valores internos de conducta o comportamiento y crear su propia conciencia. Esa explicación ha de ser corta y precisa, aplicada a la edad de nuestro hijos para que las pueda comprender. Por ejemplo: ‘No muerdas a tu hermano. Eso le hace daño’.

  1. Darle una alternativa

Siempre que apliques un límite al comportamiento de un niño, intenta indicar una alternativa aceptable. Sonará menos negativo y tu hijo se sentirá compensado. Por ejemplo, si el niño está pintando en la pared puedes decir: ‘en la pared no se pinta porque se estropea. Aquí tienes un lápiz y papel para pintar’. Al ofrecerle alternativas, le estás enseñando que sus sentimientos y deseos son aceptables.

  1. Firmeza en el cumplimiento

Una regla puntual es esencial para una efectiva puesta en práctica del límite. Una rutina flexible (acostarse a las 8 una noche, a las 8:30 en la próxima, y a las 10:30 en otra noche) invita a una resistencia y se torna imposible de cumplir. Rutinas y reglas importantes en la familia deberían ser efectivas día tras día, aunque estés cansado o indispuesto. Si das a tu hijo la oportunidad de dar vueltas a sus reglas, ellos seguramente intentarán resistir.

  1. Desaprueba la conducta, no al niño

Deja claro a tus hijos que tu desaprobación está relacionada con su comportamiento y no va directamente hacia ellos. No muestres rechazo hacia los niños. Antes de decir ‘eres malo’, deberíamos decir ‘eso está mal hecho’, “no me gusta lo que has hecho” (desaprobación de la conducta).

Las normas, límites y el hecho de decir NO, no está reñido con el amor incondicional hacia nuestros hijos. Es importante que sepan desde pequeños que, aunque en un momento dado estemos enfadados por algo que han hecho, o que les estamos negando algo porque consideramos que ha de ser así, nosotros les seguimos queriendo mucho.

Esto también hace que trabajemos la gestión de las emociones. hay que dar validez a lo que sentimos. Podemos estar enfadados, podemos (y debemos) expresarlo; pero eso no implica que podamos agredir, o romper cosas, y tampoco implica que por el hecho de estar enfadados nuestro amor desaparezca.

¿Cómo y cuándo imponer límites? 

  • Debemos empezar con los límites, desde el primer año, en este caso son pequeñas normas:
    • No trepamos a la mesa
    • Comemos sentados en la trona y no mientras jugamos.
    • No tiramos los juguetes porque se pueden romper.

El bebé tiene que aprender a interpretar e identificar ese NO.

  • Los niños no aceptan de buen grado renunciar a sus deseos, pero los padres debemos tomar partido en esa edad en la que el niño no es capaz de asumir grandes responsabilidades. Por ej: si el niño va a llorar, protestar o gritar al no dejarle pegar al hermanito pequeño, pues tendrá que llorar, protestar o gritar, pero no le dejamos porque no está bien.
  • Hemos de ser coherentes y consecuentes. Si decimos al niño que no podrá jugar con ese juguete porque lo está tirando, pero no lo cumplimos, el niño acabará no respetándonos.
  • En esta misma línea, tenemos que llevar esa consecuencia hasta el final. Siempre teniendo en cuenta que la consecuencia ha de estar adaptada al comportamiento y a la edad del niño. Por ej: no podemos prohibir al niño ir al parque durante una semana porque no recogió los juguetes.
  • Al pensar en una consecuencia debemos tener en cuenta la edad del niño, el comportamiento que queremos reconducir, que la podamos realmente aplicar y que sea inmediata en el tiempo. Por ej.: si el niño está tirando un juguete, se lo quitamos explicándole por qué lo está haciendo mal, y le podemos decir: “Como lo estás tirando, lo voy a guardar”, o “Hoy ya no vamos a jugar más con esto. Mañana te lo daré y si no lo tiras, te dejaré jugar con él”. No podemos dejarle sin ese juguete un mes, o aplicar una consecuencia que nada tenga que ver (por ej: no vamos a ir al parque).
  • El tono de voz y la seriedad con la que hablemos es fundamental a la hora de poner límites.. No debemos gritar pero sí mostrarnos seguros de lo que estamos haciendo.
  • Los niños han de entender el motivo de una regla: por qué han de irse a la cama pronto, por qué tienen que recoger la habitación. De esta manera ellos podrán desarrollar valores internos de comportamiento. Y las explicaciones cuanto más concisas y claras, mejor.
  • Consecuencia educativa. Los expertos nos hablan de los beneficios de dar consecuencias educativas frente a los castigos pero ¿de qué se trata?. Se trata de que vayan entendiendo que el hecho de hacer o no hacer algo, conlleva una consecuencia. Y está enfocado a niños más mayores. Mediante los castigos, respondemos al miedo, pero no actuamos en conciencia de que pueda o no haber una consecuencia.

Para más información sobre las consecuencias educativas os recomendamos leer este artículo

  • No ceder. Cediendo sólo agravamos y prolongamos el problema en el tiempo. Esta es nuestra norma y así has de hacerlo. Estemos seguros de que lo que estamos haciendo, siempre es y será para el bien de nuestros hijos.

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